viernes, 11 de noviembre de 2016

ENIGMAS DEL NEOLITICO







El culto más antiguo de la humanidad fue el culto a la Diosa . Un culto a la Gran Madre, a la tierra, la fertilidad, el misterio de la vida y la vida misma en suma. Era la deidad de nuestros ancestros, del Paleolítico , regido por las leyes del matriarcado, representado por las figuritas, con todos los atributos femeninos muy marcados, de las Venus. 


Figuras de la Diosa Madre de mas de
23.000 años, encontradas recientemente
por arqueólogos franceses en Amiens.
En la Península Ibérica tuvo un arraigo extenso y profundo. Tan enraziado que me atrevo a decir que hoy sigue vivo. Y si en algún momento se hace más patente, es en los días de Semana Santa.

El culto a la Diosa Madre fue arrumbado por el Neolítico, los dioses machos, la propiedad de la tierra, la necesidad de su trasmisión al vástago. El predominio masculino en suma. Tuvo el Paleolítico mucha mayor igualdad de sexos, muy alejada de la tópica, falsa y recurrente imagen del cavernario arrastrando a la hembra de los pelos. El sometimiento tiene que ver mucho más con el Neolítico y las primeras sociedades agrarias y ganaderas.


La mujer del Neolítico.
La Revolución agrícola originó que los pueblos nómadas se convirtiesen en sedentarios. Por consiguiente, al tener mas tiempo, empezaron a fabricar las primeras cerámicas, prendas para vestirse (mnipulación textil) y empezaron a hechar la vista al firmamento naciendo así la astronomía de hoy en día.
Al aumentar considerablemente las poblaciones tuvieron la necesidad de elegir y confiar en alguien que les organizara y les aconsejara. Normalmente solían nombrar a los varones mas mayores. En algunas civilizaciones antiguas se les llamaban Chamanes. Si nos damos cuenta este fue el origen de una extraña profesión, hoy llamada política.

El dominio masculino soterró el culto a la deidad máxima femenina. Pero este siguió latente y en la Hispania de fenicios y su herederos cartagineses, (Astarté) o Romanos los santuarios de la Diosa Madre pasaron a serlo de las nuevas deidades. Y de ahí al cristianismo donde la “Heredera” fue la Virgen María. Son relevantes que muchos lugrares hoy consagrados a la Virgen fueron antaño lugares de culto a sus predecesoras. Covadonga, por ejemplo, bien puede tener ese origen y de hecho hubo un santuario dedicado a la Diosa Diana.

El culto a la Virgen María arraigó en España y en lo hispano de una manera tan profunda que es su seña de identidad más personal y notable. Quizas porque estaba en su íntimo y primigenio latido espiritual. Los españoles en Dios podemos creer o no y de esta o aquella manera, pero con la Virgen ,tótem de tribu, cada cual diferenciada y considerada valedora de un clan determinado, tienen lazos afectivos hasta los ateos. A la Virgen , en España, ni tocarla. Hasta guerras hemos hecho en tiempos por ello.


Procesión multitudinaria de la Virgen del Rocio.
Resulta, además, que esa idea es la mejor de cuantas hemos exportado. No hay más que pasearse por Iberoamérica para comprobarlo. Guadalupe en México, la Caridad del Cobre en Cuba son dos ejemplos, y este último en verdad resplandeciente, de lo que afirmo.
Pero es que al margen de todo y Fe o no Fe aparte, el personaje tiene unos valores apreciables y maravillosos. Ante unos dioses monoteístas, un tanto vindicativos y terribles , la Virgen, la Madre, aparece como una imagen mucho más amable, mucho más benevolente, comprensiva, que ampara , que ofrece consuelo y no amenaza con castigo. Personalmente confieso que su idea me parece lo más hermoso de toda la religión católica.
Y estos días de primavera, de vuelta de la vida a la tierra, adquiere otro significado además. Ante el hijo muerto ella es la esperanza de una nueva vida, ella al pasar rodeada en su dolor de flores indica que hay resurrección y renacimiento porque está en ella misma, en la Madre. Las Diosas hispanas, las vírgenes del Mediterráneo salen en procesión en todos los pueblos de la vieja Iberia y saldrán como consagración de la primavera en esas romerías jubilosas como la del Rocio. Y para mi que siguen siendo las mismas.



La Macarena de Sevilla.

 Aquella máxima deidad de nuestros remotos antecesores , aquellos que creían que todo estaba dotado de espíritu: los árboles, los ríos, los astros, los meteoros, los animales, la roca y la montaña. Todo tenía dignidad y alma y había que ser respetuoso con ella. Eran quienes se consideraban a sí mismos , hijos de la Tierra y no sus amos. ¿Cómo se puede pretender poseer a la Madre? No nos vendría quizás nada mal recordar alguno de aquellos viejos principios.



1 comentario:

  1. Un artículo muy interesante, en un principio como bien mencionas, las sociedades eran claramente matriarcales, de hecho aún hoy en día hay tribus que lo siguen siendo. Esto en absoluto tiene que ver como he leído alguna vez que esas sociedades fuesen "feministas". El matriarcado primitivo nos deja claro que es un sistema donde los dos sexos cooperaban y se repartían el poder y las diferentes funciones sociales, con roles que no están ligados al hecho de ser hombre o mujer. Es un sistema donde hombre y mujer se complementan como uña y carne, donde no hay uno que sea más que el otro, si no que son iguales.Las mujeres, por supuesto, tenían poder, y ésto se refleja en las diosas de diversas culturas, como las chinas Ma Tsu o Kuan Yin, las egipcias Isis o Nut o las griegas Demeter o Hera. Incluso hubo sociedades matriarcales a lo largo de la historia, como los Igbo en Nigeria, o los Bashi en el actual Congo. En Mesopotamia, el legado escultórico prehistórico nos permite observar expresivos testimonios femeninos de la Gran Diosa Madre, de sus florecientes culturas que formaron la civilización de Mesopotamia, en donde únicamente recibía culto el Principio femenino, cuando era "el mundo de la Diosa" antes de que oleadas de invasores la expulsaran.Y podría seguir citando ejemplos claros de ello, pero pasando al tema de la Virgen, obviamente es una imagen clara de matriarca, aunque más evolucionada. Pero por desgracia sabemos que la Iglesia jugó un papel decisivo para impulsar el patriarcado...

    La Iglesia atribuyó a la mujer la Caída y decretó la persecución de las brujas, cuyo texto canónico es el Martillo de las brujas de Heinrich Institoris y Jakob Sprenger, dominante desde la Baja Edad Media.

    El Código de Derecho Canónico (1917) considera a la mujer, desde el punto de vista eclesiástico, como un niño o un deficiente mental. La mujer es una aberración o desviación del único sexo fundamental y existente, que es el masculino.

    Pero, si estudiamos la Biblia a fondo podemos comprobar que hay dos versiones de la Creación. En Génesis 1,27 Dios crea al hombre y la mujer a su imagen y semejanza y les entrega la Tierra en servidumbre. Pero el mismo Génesis (2,23) muestra a Dios haciendo al varón con barro y extrayéndole una costilla que convierte en mujer.

    En la primera versión hay «igualdad» de sexos, en tanto que la segunda hace derivar la mujer del varón, convirtiéndola en su apéndice. Curioso, no?

    Curioso también es que los gnósticos, por ejemplo, combatían el monoteísmo hebraico y veían en Yahvé la encarnación del mal, del que vino a salvarnos Cristo, instituyendo una religión de la Diosa Suprema, cuyos sacerdotes podían ser indistintamente, varones o mujeres.

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